Zapatear para conquistar el derecho de pisar la tierra en paz

 


Soy la dulce respuesta de la pregunta que no nace.

 (Viviane Nathan)

 

El pasado 28 de enero se estrenó el video Pies a Tierra, proyecto ganador de la Beca de creación y circulación de piezas cortas de danza para video del Ministerio de Cultura de Colombia, producido por Guaricha, proyecto escénico y de investigación. Seis minutos con veintiún segundos. Diálogo de música y baile, flamenco y joropo, para poner sobre la mesa los supuestos sobre los roles femeninos construidos a partir de la tradición y donde el zapateo, pese a ser parte de la misma, se convierte en “una acción de enraizamiento, de relación con la tierra” que permite una ruptura.

Poner los pies en la tierra para conectar con la propia verdad. Puede llegar a sonar a frase de cajón. ¿Cómo se hace eso? ¿Qué implica poner los pies en la tierra? ¿Cómo descubrir la propia esencia? ¿Cómo darle lugar? ¿Cómo quitarse los zapatos sin acabar con los pies rotos? La respuesta a la última pregunta parece ser: no se puede. Para encontrarse una misma hay que “poner los pies sobre la tierra”, en el otro sentido de la expresión, hay que darse un golpe (o varios) de realidad. Y la realidad duele. Duele darnos cuenta del rol que todavía se espera que cumplamos: “Objetos de propiedad, complacientes y siempre perfectos en apariencia”; de las exigencias que perviven ahí, latentes, casi imperceptibles: “arréglate”, “maquíllate”, “disimula”, “sotérrate” y que escuchamos en el video, susurrantes, mientras vemos en primer plano a las bailarinas, Vanessa Henríquez y Alejandra Salgado, reproduciendo movimientos mecánicos con el rostro inexpresivo. Gritos ahogados. Flores en el suelo. Vasijas vacías.

Y entonces resulta que rebelarse parece un despropósito, como agarrar las paredes a golpes con las manos desnudas, esperando que se caigan. Pero resulta inevitable “declarar”, “manifestar”, “denunciar”, responder a impulsos que parecen insignificantes pero que requieren la vida entera. No hay otra forma y no es cuestión de esfuerzos individuales. La cámara se aleja y podemos ver a ambas mujeres realizando movimientos fuertes en medio de la estrechez de los espacios íntimos, en la penumbra, con luz artificial.

Después, un cambio de escenario que nos ofrece nuevas posibilidades. Ruinas en medio de la naturaleza y, allí, se sueltan el pelo, se liberan las piernas y zapatean cada una a su manera en medio de los espacios que atraviesa la luz, sobre los trozos de concreto. Y se levanta polvo, se descascara la pintura. Se elevan los brazos y se siente cómo corre el aire. La naturaleza vuelve a ocupar el espacio que le había sido arrebatado, pero es cuestión de mucho tiempo. Zapateamos hoy sobre las ruinas que han derruido con el tiempo millones de mujeres durante generaciones y generaciones. Rodeadas de verde, y con mayor libertad de movimiento, las bailarinas se ciñen a los espacios construidos. Se hacen lugar en medio de ellos. “Transformar”, resuena en algún momento, mientras ellas danzan.


El escenario cambia una vez más y no vemos más ruinas, la luz cae sobre la montaña, vemos los pies desnudos sobre la tierra y los movimientos de la danza evocan la sensación de libertad. Está bien calzarse, coger camino y sentirse empoderada. Pero, ¿cuándo podremos pisar la tierra con tranquilidad? ¿Cuándo hallarnos a cielo abierto, sintiendo la hierba entre los dedos y el sol en la cara?

Pies a tierra es a la vez denuncia e invitación. A mí, me habla del viaje que hace cada una para encontrarse consigo misma en medio de los prejuicios, las determinaciones y las preguntas. Me habla del viaje que desemboca en libertad en unos casos más que en otros, pero que, a la vez, es el viaje de todas. Porque gozamos hoy de los derechos que han conseguido quienes nos preceden.  Es una denuncia de las imposiciones vigentes y una invitación a conectar con quienes somos para seguir golpeando hasta que se caigan las paredes. La danza, la música y la composición de las imágenes nos cuentan la historia de la lucha interna diaria que tenemos que asumir para afrontar cada día, porque no es tan sencillo como soñar lo que una quiera. Saberlo es parte de poner los pies sobre la tierra para pisar con fuerza, caminar con libertad y conectar con las raíces más allá de las imposiciones heredadas.

Clara I. Galindo

Foto: Gentileza de la producción

31 de enero 2022

Ficha técnica

Dirección general: Vanessa Henríquez Gamez

Producción y dirección musical: Yanick Corre

Intérpretes creadores de sonido y movimiento: Alejandra Salgado, Álvaro Enrique Rico, Victoria Laverde, Yannick Corre, Vanessa Henríquez Gamez

Asesoría en trabajo sonoro: Diana María Restrepo

Realización audiovisual: Andrés Arismendy B.

Vestuario: Rebeca Rocha

Producción: Vanessa Henríquez Gamez

Apoyo en producción: Manuel Mora, Javier Suárez López


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