Sonidos negros, cuerpos blancos.
Paraíso de los Negros es la obra que presentó María Pagés
en el 25º festival de Jerez dentro de la programación del teatro Villamarta. La
pieza está compuesta de diez escenas, aunque pareciera un único tema, según el
programa -virtual- de mano, aborda diferentes temáticas o al menos diferentes
líneas de pensamiento.
Las obras de Pagés suelen tener un
especial cuidado en la puesta en escena, la iluminación y el vestuario, el
montaje general así lo confirman una y otra vez sus trabajos, que también cuentan
con la dramaturgia de El Arbi El Harti.
A diferencia de las anteriores en la
que hay un cuerpo de baile en esta pieza baila solo ella y el programa de manos
dice:
Paraíso de los negros
es una coreografía flamenca que toma como savia propia la tensión entre los
principios de libertad y autoridad que atraviesan a Poeta en Nueva York de
Federico García Lorca, la esencia de los opuestos que destila la obra homónima
de Carl Van Vechten, la filosofía telúrica de la negritud de Leopold Sedar
Senghor y la reivindicación del deseo negro de Nina Simone. La negritud es aquí
un eco semánticamente cómplice en donde retumban los mismos y eternos
conflictos que tienen a la Humanidad secuestrada por su propia naturaleza
asimétrica.
El programa ya requiere cierta
explicación, poniendo al espectador en un conflicto a la hora de seleccionar de
todo esto qué cosa decodifica para la danza. Habla de negros -pero en la obra
son todos blancos- habla de reivindicación del deseo negro, la negritud es un
eco… la humanidad secuestrada por su propia naturaleza asimétrica… El
texto es al menos extraño.
La pieza comienza con unos recortes de
luz en donde se la ve a ella – Pagés- atrapada o sectorizada por la propia luz.
El primer número con una tela muy grande recuerda a Loïe Fuller -Serpentine-
quien agita sus alas.
Al frente cuelgan cadenas -como
barrotes- a lo largo de todo el proscenio. Aquí la pregunta que se impone ¿ella
está atrapada o nosotros? Claramente hay una frontera entre ambos.
Suena un chelo, suena la percusión la
música crea un clima, ella se mueve como quien está en un encierro, la
separación de las cadenas es amplio con lo cual si quiere salir puede hacerlo,
pero elige contar esa historia de encierro.
Suceden escenas diferentes, hay solos
de músicos. Hay un taranto, siempre la luz marcada y puntual cae sobre los
intérpretes. Hay un número de “manos” tocando castañuelas, hay fragmentos de
sombras.
Uno de los cuadros más llamativos
deviene de un número con bastón, ella baila en medio de la escena, luego
mientras suena el chelo ella está en el frente bailando sobre una silla -lado
derecho- y al otro extremo -lado izquierdo- una silla de ruedas. La imagen es
fuerte, es potente, baila entre las dos sillas. Hay una imagen entre la vejez,
la pérdida de movilidad, la enfermedad o la incapacidad de moverse.
Posiblemente el personaje o la
intérprete se cuestione esto mismo, posiblemente crea que la silla de ruedas es
el fin, incluso esa imagen me genera un tanto de rechazo -no sé qué pensará de
la inclusión social-, en definitiva, ella termina sobre la silla de ruedas como
un acto de destrucción, un lugar al que la lleva el baile o la vida en una
actitud poco feliz, quizás muere… lejos me queda plantear qué tiene que ver con
el paraíso de los negros…
En otra escena ella vuelve a terminar
en el centro y todos la rodean como en actitud de acoso, el violinista y el
chelista intentan matarla como a un toro con sus arcos como si fuesen
banderilleros, vuelve a morir.
En otra escena se sienta en un banco
de plaza donde recita un texto: señor dueño de todas las palabras, te pido
la palabra… Soy mujer, mi piel es negra azabache...
Luego harán unas bulerías y cada uno
su numerito para lucirse. Para terminar todos recogen sus sillas y salen de
escena, ella queda sola otra vez en el centro, la luz la rodea, baila en
silencio. Es un momento bello, su cuerpo flexible, sus brazos angulosos,
lineales, su cuerpo respira y luego explota hacia arriba y caen de un golpe
todas las cadenas, ella se queda inmóvil y se apaga la luz. Finalmente, si
buscaba la libertad, me pregunto por qué no escapa.
Me recordó un texto de Alejandra
Pizarnik que dice: señor la jaula se ha vuelto pájaro, qué haré con el
miedo.
Paraíso de los negros es una obra bella, con imágenes poderosas,
con música diversa, y con la mirada a un mundo bastante contradictorio, pero
sobre todo con la mirada de un blanco sobre “lo negro” y eso ya me parece
bastante complejo de abordar.
Gabriel Vaudagna Arango
25º Festival Flamenco de Jerez
Teatro Villamarta 20 de mayo 2021
Foto: @festivaldejerez/ Javier Fergo
FICHA
TÉCNICA
Dirección: María Pagés, El Arbi El Harti
Coreografía, dirección
musical y diseño de vestuario: María Pagés
Dramaturgia: El Arbi
El Harti
Música: Rubén
Levaniegos, David Moñiz, Sergio Menem, María Pagés
Élégie de Fauré -
adaptación y arreglos Sergio Menem
Letras: El Arbi El
Harti
Diseño de iluminación:
Pau Fullana
Escenografía: María
Pagés, El Arbi El Harti
Diseño de sonido:
Enrique Cabañas
Baile: María Pagés
Cante: Ana Ramón, Sara
Corea
Guitarra: Rubén Levaniegos
Chelo: Sergio Menem
Violín: David Moñiz
Percusión: Chema
Uriarte
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