Andorra se pone flamenca
Con idea, gestión y producción del Soniquete de Lola y en colaboración con el Comù de Sant Julià de Lòria, se llevó a cabo el primer festival flamenco Verde que te quiero verde del 5 al 7 de marzo, con el apoyo del Ministerio de Cultura de España y la Junta de Andalucía.
Una apuesta de alto nivel para vincular
el Principado de Andorra con Andalucía, estableciendo un nuevo mercado laboral
para los artistas flamencos y brindar a su vez la posibilidad al público de la
región de acceder a espectáculos de gran calidad.
El grupo de Anamarga, abrió la apuesta
con Flamencas, memorias de mujer. Un espectáculo en el cual cuatro
bailaoras de distintas provincias andaluzas -Carmen Laguna, Noelia Sabarea, Leli
Dore y Anamarga- mostraron un flamenco sobrio, despojado, personal. Una mirada
sobre sus propias formas de bailar. Cuatro cuerpos diferentes, cuatro palos
distintos, cuatro energías que se encuentran en la escena para reivindicar a la
mujer como sujeto único y diferente, y a su vez revisar su propia memoria. El grupo se completa con las voces de dos
cantaoras potentes y sensibles Belén Vega y Mónica Mata, voces que te atraviesan
el corazón o te roba el alma, que llenaron la sala de flamencura junto a la
guitarra genial de Antonia Jiménez, con un toque claro, comprometido, con
momentos de tensión y otros de dulce melodía…
Cierran las cuatro mujeres, Flamencas,
bailando por fandangos con mantones mientras el publico se ponía de pie para
acompañarlas en esta cálida noche.
Al día siguiente, la Compañía Flamenca
de La Lupi remató el evento con un estreno absoluto: Épicus. Una
obra creada durante la pandemia en la que la bailaora revisa todo su camino en
la danza, su vida y sus bailes. Esos míticos trabajos que la llevaron a ser la
bailaora que todos conocen y a cosechar sus éxitos: La caña, la serrana, las
cantiñas con bata de cola.
En el escenario sobre la izquierda
Alfredo Tejada y Miguel Ortega – al cante- un poco más elevados Óscar Lago y
Curro con sus guitarras. A la derecha un círculo de luces simulando un espejo
de camerino en donde Lupi aparece con un sombrero con cintas de colores y
suenan aires de verdiales, de abandolao y ella se mira al espejo, y se
pregunta. Interpela al espectador a construir su propia mirada o a meterse en
su mundo. Mientras una bailaora -Marina Perea- la ayuda a vestirse manipulándola
con una percha, otra bailaora -Sara Carnero- a su lado infla un globo que pone
sobre su cabeza con la inscripción EGO, que después de unos segundos explotará.
Aquí la obra va tomando diferentes
momentos, con detalles y simbolismos, diferentes palos que se construyen con
las voces, excelentes de los dos cantaores y con esas mágicas guitarras de Curro
y Óscar.
La Lupi baila, recupera sus propios
pasos perdidos, agota la danza tratando de hallar una salida o simplemente,
preguntarse qué pasa con la danza en esta pandemia, qué pasa con el cuerpo de las
bailaoras, qué pasa con su propia danza. Vuelve entonces a conectarse con su esencia,
para desde allí volver a bailar y conectarse con su propio ser.
El público de Andorra que colmó la
sala ambas noches, aplaudió de pie cada una de las obras, transformándose el
festival en un encuentro de aquellos inmigrantes y las nuevas generaciones que
se acercan a conocer el flamenco. Una apuesta arriesgada, pero que en definitiva
construye cultura y apela por poner el flamenco y su mundo expresivo en primer
lugar.
En cada una de las obras aparecen las
mascarillas en escena, nadie escapa a la situación actual, sin embargo, cada
una de las intérpretes de cada noche apuestan por reinventarse y no dejar que
esta situación las detenga.
Verde que te quiero verde. El flamenco, Lorca y las montañas.
Andorra se pone flamenca y apunta a seguir construyendo este lazo entre ambas
comunidades, comprometidos por apoyar una forma de cultura segura.
Gabriel Vaudagna Arango
Fotos: Gabrieldanza
Sant Juliá de Loria 5 -7 de marzo 2021
Centro Cultural y de Congresos Lauredià
Principado de Andorra.
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