EL FLAMENCO COMO CAMINO
Se presentó
dentro de la programación Veranos de la Villa el espectáculo Siete golpes y
un camino de María Pagés y compañía, la misma fue estrenada en la Bienal de
Flamenco de Sevilla en 2014 y repuesta para festejar los 25 años de la compañía.
La pieza cuenta
con siete músicos y un cuerpo de baile compuesto por seis intérpretes además de
la propia Pagés que conformará el otro siete.
La obra comienza
con un movimiento que realiza Pagés en silencio y que aparecerá la voz en off
del poeta El Arbi El Harti, compañero y codirector de escena, recitando el
poema de José Saramago Ergo Uma Rosa en portugués.
La estructura de
la pieza responde a un esquema recurrente en el flamenco: un baile solista de la
figura central y un número del cuerpo de baile, así se suceden escenas dónde la
alternancia de los palos hará de separador y permitirá modificar el carácter y
el ambiente que genera toda la puesta.
Luego del primer
cuadro en el qué los brazos de Pagés parecen alas que quieren desprenderse de
la tierra, aparece la música en compás de seguiriya con letra de Antonio
Machado Caminante no hay camino, y es la tierra la que le quita el vuelo
con los zapateos y arropada con los tres bailaores compone un cuadro cargado de
sonidos.
Suena una farruca,
fusionándose con la melodía anterior y comienzan los tres bailaores para darle entrada
a las tres bailaoras, convirtiéndose este baile sereno, lineal y austero en un
juego coreográfico con desplazamientos y cruces donde el cuerpo de baile se
lucirá.
Un número musical
separa los cuadros y ella -María- vuelva aparecer en escena con una bata de
cola roja y sus castañuelas que suenan de maravilla, una calidad y claridad de
sonido en la inmensidad del patio de Conde Duque que emociona. Baila, compone
figuras por seguiriya en el que logra momento de mucha intensidad.
El sonido de un
metal cambia el clima y mientras la melodía de la guitarra nos trae los aires de
Cádiz aparecerán las tres bailaoras haciendo unas imágenes detenidas con sus brazos.
Formas que irán rotando de posición y poco a poco dejarán ver su bata de
colores elegantes, el detalle que el interior de cada bata tenía el color del
exterior de la otra. Bailarán por alegrías y contagiarán a la platea de esa
frescura y esa gracia que es propia del estilo.
Después de la
subida de la segunda letra, cambiará la melodía hacia una que recuerda a las
cantiñas de la mejorana, e ingresa al centro María Pagés para bailar las
siguientes dos letras y cerrar el cuadro con toda la compañía.
Suenan unos
pajarillos. Cambia el clima, el cuerpo de baile introduce una soleá, las
mujeres se cambiaron nuevamente el vestuario y llama la atención que siempre son
ellas las que visten de colores en tanto que los hombres solo están de negro toda
la obra. La coreografía es dinámica y los movimientos son muy precisos, los juegos
que realizan en el espacio y las diferentes combinaciones de dúos, solos o
grupo manteniendo la misma secuencia de zapateo les da cierta ruptura a tanta igualdad.
Vuelve la música,
el chelo, la guitarra a introducir un nuevo baile solista de Pagés con unos
tientos-tangos.
El baile de María
es correcto, los brazos se apartan de las líneas circulares para aparecer en
formas fragmentadas lineales. Los sonidos de sus pies son correctos y no abusa
de estereotipos. La estética es siempre cuidada, desde el color y el diseño del
vestuario. La poesía inunda sus letras, lo musical aparece elaborado en donde el
flamenco no es sólo una voz y una guitarra. Las cuerdas varían entre violín y
chelo, las voces dicen poemas reconocibles en estructuras flamencas. La percusión
acompaña y realza los momentos en que el baile lo necesita.
Siete golpes y
un camino es un espectáculo cuidado desde todos sus aspectos:
musicales y coreográficos, todo funciona en grupo para arropar y contener a la
figura principal. El cuerpo de baile mantiene una coherencia estética y una
calidad de movimientos, no hay quien destaque por encima de otros, solo hay
algunos guiños que aparecen en José Barrios al vincularse con Pagés dejando
entrever que su trabajo en conjunto tiene muchos años y por momentos esa
complicidad del otro se refleja en sus rostros.
Antes del final
en un cuadro como de tango de carnaval gaditano, con sus movimientos y sus
sillas al hombro, con mascarillas toda la compañía canta respondiendo a la
protagonista que no para de decir “que calor…”
Y en una
secuencia creativa y graciosa cuenta lo que hace en todo un día… mientras se abanica
y exclama “que está la cosa fatal”.
Vuelve el baile
y la compañía como por martinetes con percusión y cante hace un último remate
de la obra, mientras que el telón de fondo se abre formando una puerta, una grieta
por la cual ella saldrá. Quizás la alegoría al camino. Quizás sea el flamenco
el propio camino.
Gabriel Vaudagna / 14 de agosto 2020
Madrid Conde Duque – Patio Central
foto: David Ruano
Ficha
técnica
Baile:
María Pagés, Júlia Gimeno, Marta Gálvez, Virginia Muñoz, José Barrios, Rafael
Ramírez, Juan Carlos Avecilla
Cante:
Ana Ramón, Sara Corea
Guitarra:
Rubén Levaniegos, Isaac Muñoz
Violín:
David Moñiz
Chelo:
Sergio Menem
Percusión:
Chema Uriarte
Dirección:
María Pagés y El Arbi El Harti
Coreografía,
dirección musical y diseño vestuario: María Pagés
Dramaturgia:
María Pagés y El Arbi El Harti
Una
producción del Centro Coreográfico María Pagés de Fuenlabrada
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