CUENTOS DE AZÚCAR
Eva Yerbabuena
Hablar de Eva Yerbabuena es
hablar de un nivel de baile, de un compromiso de trabajo y de una honestidad en
su forma de entender el flamenco.
Cuentos
de azúcar, es un nuevo trabajo de esta gran artista, para lo
cual ella y su marido el excelente guitarrista Paco Jarana viajaron a una isla
en Japón, Amami, a realizar una residencia, encuentro, laboratorio de creación invitados
por la cantante japonesa Anna Sato.
La obra comienza con una luna
gigante al fondo, un circulo -quizás un mandala- en el centro de la escena
formado por unos caracoles de metal. A un lado, fuera del círculo Eva con una
gran túnica oscura baila, se mueve y por detrás aparecen otras manos con las
que juega, al estilo del Kurugo del
teatro Noh japónes, el bailarín la levanta, presta sus manos a la escena. Suena
una taranta y música japonesa.
Situado el espectador en un
ritual japonés, uno se pregunta sobre qué hablará el espectáculo. Las imágenes
del principio son muy bellas, la música también, luego se va filtrando los
sonidos de la guitarra flamenca… hay varias acciones, Eva sale, gana la escena
la cantante Anna Sato con su bella voz. Estamos en Oriente, los tiempos son
otros, quisiera no hablar de Eva y hablar del personaje que construye, pero solo
puedo decir Eva. No hay ficciones. No hay construcción de personajes. Entra Eva
al círculo con una bata de cola brillosa, y comienza a girar como en puntas de
pies recorriendo todo ese universo -el círculo- para luego bailar una caña. Por
fuera están los músicos, los cantaores excelentes Alfredo Tejada y Miguel
Ortega; los percusionistas Antonio Coronel, Rafael Heredia y Kaoru Watanabe.
Cuando termina la caña, entra al
círculo Anna y cantando saca un pañuelo con el cual realiza unos movimientos
suaves, sutiles, quizás en una especie de ritual al que no podemos acceder más
que en pequeñas imágenes y en la construcción de sonidos, lo flamenco se funde
con los sonidos japoneses, con la percusión y con esa maravillosa voz.
Y otra vez aparece lo flamenco mientras
tanto como fondo una especie de bolero de Ravel con percusiones, Eva vuelve a la
escena, el cantaor entra a colocarle un mantón rojo y ella se escapa, lo
intenta tres veces, cada vez que le coloca el mantón sucede un black out -oscuridad-,
hasta que lo logra y Eva baila con ese elemento.
Luego entrara a la escena el
bailaor -excelente- Fernando Jiménez, con su torso desnudo, en una especie de
ritual contemporáneo japonés. También está dentro de ese círculo. Anna ingresa al
escenario y pasa por el fondo con una gran pez -globo- y camina recitando algo
en su idioma. En el programa de mano dice: El
pulso de la luna y el pez, la imagen es muy poética, luego el bailarín romperá
todo el circulo, pateará todas esas formas que formaban el mandala y finalmente
ese círculo, ese ritual se funde, los músicos entran a la escena principal, hay
un juego entre Eva y Anna, entre una música y otra.
Inmediatamente pienso que Japón
es el mayor consumidor de flamenco del mundo, pero ¿qué saben los flamencos de Japón?
Aquí Eva trae un ritual japonés un fragmento de su cultura para poner en valor
aquello que muchas veces es olvidado.
Sobre el final todos los músicos sentados
en semicírculo dentro del lugar donde había estado el círculo anterior empiezan
a intervenir entre un estilo y otro a compartir sones, en un número muy bello y
muy sonoro, para luego Eva rematar con unas alegrías, para mi gusto estaba de
más, ya el cuento había terminado, sin embargo Eva baila por alegría con mucho
talento, aunque muchos pasos eran de otras viejas alegrías de otros viejos
espectáculos. Ahora daba al espectador algo de lo que tenían ganas de ver,
rematas sus letras y es ovacionada, el teatro lleno espera siempre ver a Eva
bailar flamenco. Sin embargo, el cuento termina con ambas mujeres sentadas en medio
del escenario tomando un té.
Dos culturas, dos encuentros, algunos cuentos,
muchas imágenes, muchos sonidos. La puesta de luces es precisa y apoya el
relato todo el tiempo, dando la apertura al círculo o iluminando un músico o
dejándolos en penumbras, el juego de luz y oscuridad también determina la
estética de estos Cuentos de azúcar que
compone con imágenes mundos que se encuentran.
Gabriel
Vaudagna / Sevilla Bienal 2018.
Foto Oscar Romero prensa Bienal.
FICHA TÉCNICA
Dirección, concepción y coreografía: Eva Yerbabuena
Dirección musical: Paco Jarana
Colaboración especial: Anna Sato
Músicos: Alfredo Tejada y Miguel Ortega (Cante);
Antonio Coronel (Batería y cajón); Kaoru Watanabe (taiko); Rafael Heredia
(percusión y congas).
Baile: Fernando Jiménez
Coreógrafo invitado: Mario Bermúdez Gil
Set. 29 Teatro de la Maestranza
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